¡Por una cuarentena obligatoria en marzo 2021!
En plena pandemia y pantomima, como periodista estoy ante una disyuntiva: Subirme al caballo de la histeria mediática viral o escribir sobre otras cosas más divertidas. De hecho estoy preparando un ensayo ecologista (estén atentos por favor) en castellano y un relato en neerlandés sobre el descubridor infortunado de las islas Malvinas: Sebald De Weert.
Claro, el dilema se plantea desde varios ángulos. Si esta situación fuese de la gravedad como Chernobyl (para mí no lo es, lejos, es más esto es muy benéfico para la tierra e incluso para nosotros) el periodista tendría la obligación social de informar, más tomando en cuenta la confusión reinante sobre la gravedad del asunto, las medidas necesarias y “la falta de liderazgo de los políticos”.
Otra contra de escribir historias ligeras que no tienen nada que ver con EL GRAN TEMA, es que el periodista parece estar practicando el escapismo, igual que los consumidores de Netflix y que no está en la trinchera como los trabajadores de salud, los policías y los repartidores de Ubereats. La verdad es que ahora la mejor trinchera para el periodista es la casa.
Hay otra razón para no publicar nada sobre el virus: la situación actual con mucha gente en casa con mucho tiempo disponible para escribir y leer teorías, noticias (falsas y verdaderas) en las redes sociales, hace que el oficio del periodista queda cada vez más desvalorizado porqué: ¿cuál es la diferencia entre un periodista y un bloguero con muchos seguidores?
Esta es una buena pregunta: un periodista debe tener oficio para saber encontrar fuentes, saber depurar esas fuentes, hacer escuchar segundas opiniones, manejar cierto vocabulario, saber jerarquizar temas, analizar, deducir y supuestamente… seducir al lector. Pero los blogueros también tienen ideas, las argumentan (quizás dan más su opinión que los hechos y siempre tienen a su entorno personal como referente). Los blogueros también saben seducir a los lectores, porque unos tienen miles de seguidores, como un blogpost que me llegó hoy, que me pareció bien escrito, pero a la vez muy obvio al nivel contenido. El autor es un director de cine Neoyorquino que está descubriendo que en EEUU uno vive en un sistema tipo Truman Show, donde el capitalismo estadounidense “solo les quiere vender cosas a uno” y cuando termina todo esto “ todo el circo va empezar de nuevo!”. ¡Vaya, un visionario! (aplausos y comentarios de lectores estilo “¡Wow, mannn, me volaste la cabeza!”)
Pero tomando en cuenta el viejo adagio de Sócrates: “Solo sé que no sé nada y, al saber que no sé nada, algo sé.” hay algunas cosas que me llaman la atención del GRAN TEMA INNOMBRABLE. A ver qué opinan ustedes y corrijan me si me equivoco:
- Números traicioneros
Ayer hablé con un colega corresponsal de Italia y me confirmó que mensualmente en Italia mueren 64.700 personas. Es una cifra lógica. En otra publicación (de IDESA) había leído que anualmente se mueren 600.000 italianos lo que me daba 50.000 por mes. Ahora supuestamente ya hay 21.000 muertos en Italia por culpa del virus, es un tercio del promedio mensual. Pero muchos de esos muertos corresponden a gente que hubiese muerto por otras causas, el virus fue la última gota proverbial de una salud deteriorada. No me sorprendería si la cantidad de fallecidos de marzo 2020, no vaya superar por mucho el promedio anual. Claro, si no se hubiese declarada la cuarentena, la situación sería mucho peor.
Sin embargo ,una vez que pasó la tormenta va ser un verdadero rompecabezas para saber cuántos muertos realmente causó el Covid-19 y en qué sentido la cuarentena distorsionó los verdaderos números. Gracias al encierro, el número total de muertes debería bajar, especialmente entra los menores de 50 años: debería haber menos accidentes de tráfico, menos accidentes de trabajo (en el campo por ejemplo), menos sobredosis (no hay venta callejera), menos enfermedades transmitidas sexualmente (hay menos promiscuidad),… con lo cual la cantidad relativo de muertos por Covid-19 va ser relativamente más alto. Capaz el encierro también lleva a más depresiones, más suicidios, casos de violencia familiar y enfermedades ligados al sedentarismo. Bien, una tarea para los estadísticos y cuando tendrán listo sus estudios, a nadie más le va interesar sus conclusiones.
En el País Bajo (anteriormente conocido como Holanda) ya tienen cifras de mortandad de la últimas semana de marzo (26 de marzo hasta 1 abril) inclusivo. En esa semana hubo 4.718 muertes, mientras que el promedio en esa época del año suele ser 2.850. Pero otra vez, habrá que mirar las cifras cuando termina el año, porqué quizás los próximos meses vamos a ver menos decesos en la franja de edad de 65+, porque atacó a muchos que ya estaban al borde.
2. Una crisis sanitaria más que un virus.
Por otro lado, vimos el total colapso del sistema de salud en Italia y España, gente que se moría en los pasillos y testimonios de los médicos desesperados, exhaustos, obligados a elegir quien vivía y quien moría. Así que me pregunto: ¿cómo y donde murieron toda esa gente antes de marzo 2020? seguramente no en las salas de cuidados intensivos con respiración artificial, porque tampoco hubiese habido lugar. Lo acabo de preguntar a una amiga doctora en neonatología en el hospital universitario de Lovaina (2000 camas) y me dijo que “Es una situación muy rara… el hospital de hecho está dividida entre una zona Covid y otra no-Covid. Pero las otras áreas están prácticamente vacías.”
Claro, aquí otra vez, uno que está enfermo o se rompió los ligamentos, va pensar dos veces antes de ir a un hospital, así que estos números también serán muy difícil de interpretar. Lo que queda cada día más claro, ahora que las curvas se están achatando, es que esto se trata de una crisis hospitalaria y política más que un virus devastador de tamaño extraterrestre. Alemania, que tiene la tasa de mortalidad más baja de Europa por el Covid19 (2799 en total, 13 de abril), tiene entre 20.000 y 25.000 camas de terapia intensiva, en Italia son 5000 camas. Después los alemanes estuvieron muy adelantados con los testeos (12.000 personas por día). Pero bueno, son alemanes, no se puede esperar que el resto del mundo esté a su altura a su nivel organizativa.
3. Una crisis política.
No deja de impresionarme como en Argentina la gente le hace caso al gobierno y como los bonos de Alberto (anteriormente considerado como un prestanombres de CFK) vayan subiendo día tras día. Por suerte no tengo televisión, pero por lo que me entero de gente amiga, muchos inclusos férreos anti-peronistas, están muy conformes con sus discursos y como está manejando la crisis. Claro, el gabinete de Alberto veía la crisis sanitaria en la patria España y la matria Italia, y los gobernantes pensaban si pasaba algo similar en Argentina, ellos iban estar en el ojo de la tormenta y quedarán en evidencia.
Uno no puede dejar de preguntarse: ¿porque no pueden implementar la misma celeridad y nivel de organización durante sus 4 años de mandato?
Impresionante también como los ciudadanos estén acatando la cuarentena, un respeto a la autoridad jamás visto desde 1983. Aunque me pregunto: ¿Cómo Argentina vaya poder salir de esto, ordenadamente? Sin capacidad de testeo masivo como en Alemania.
4. Una cuarentena programada para el 2021.
Ahora bien, lo más importante. Creo que todos tenemos que olvidarnos que estamos en casa por culpa de un virus. Total, la razón por la cual estamos encerrados no debería influir en lo que hacemos puertas adentro, a menos si eres tan obstinado de mirar las noticias en la tele, generando más ansiedad al pedo. Convengamos que estamos adentro por una causa externa X o mejor aún, porque lo queremos. Porque lo que más angustia es sentir que sea obligatorio. Sentir las alas recortadas. Uno se puede imaginar que se fracturó una pierna al jugar a la pelota, qué hace mucho frío afuera, que llueve o que como pasa en Tigre, que hay una sudestada y que está imposibilitado de salir.
Deberíamos pensar que este es una cuarentena obligatoria para parar algo mucho más grave: la destrucción de la naturaleza y el cambio climático. De hecho es así, el planeta levantó temperatura, tiene fiebre.
Durante las últimas décadas ni los acuerdos de Río, de París o de Tokyo han tenido algún resultado. Los aviones seguían volando, los bosques desapareciendo y los turistas visitando en cruceros tamaño estadio de futbol, al sexto continente Antártida, para presenciar de cerca como este se derretía. Ahora el virus irónicamente castigó todas estas actividades, con una malicia que ni un eco-terrorista pudiera haberse ingeniado. Las líneas aéreas low-cost, los cruceros, los shopping, … todos a punto de quebrarse.
Estoy casi seguro que en cuanto este virus está decodificado que todos vayamos a volver a la locura diaria. Pero como esta cuarentena fue mil veces más eficaz para bajar los niveles de contaminación que cientos de propuestas y leyes pusilánimes, lo debemos repetir el año que viene. Marzo, el mes de la cuarentena. Pueden ser dos semanas incluso. Ahora bien preparados psicológicamente y materialmente. No solo será un respiro para el planeta pero también nos daremos cuenta cuantas actividades son totalmente superfluas y dañinas para nuestro entorno. Saldremos de nuestra casa con la cabeza limpia.
(*La Biblia, Mateo 15:14, Jesús le responde a los fariseos quienes lo criticaban porque sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer.)