El epílogo del kinesiólogo

Tom Dieusaert
7 min readMay 2, 2021

A veces la realidad me sorprende en sentido positivo. Yo no tenía demasiada fe en la única kinesióloga que figuraba en la cartilla médica correspondiente a la zona de Tigre y eso porque primero busqué al lugar por Google Street View y me mostró una casa venida abajo en una avenida ruidosa, que es la avenida Italia en Tigre. Últimamente todas las calles están llenas de autos en Tigre y eso tiene que ver con un boom de la construcción, que parece que se aceleró durante la “pandemia”. Están tirando casas viejas típicas isleñas a un ritmo desenfrenado para erigir torres de cartón.

Tetis agarrando a Aquiles del tobillo.

Construcción del abuelo tano

Por suerte la casa de la kinesiología es una casa tradicional tigrense, con dos pisos en un estilo modernista con curvas y mampostería, sobrio pero sólido. Claramente hecho por un inmigrante tano en los años 50/60, con un patio aprovechado como huerta para sus tomates y albahaca y unos anexos construidos atrás y pisos extras para su hijos, nueras y yernos.

Ahora, estimado lector, usted me pregunta, ¿no era una casa desagradable, la que había visto en Street View? ¡Era otra casa! Si, aunque usted no me lo va creer, el gigante de Silicon Valley mandó fruta (como suele hacer con las traducciones ridículas, el Google Translate) y nosotros se lo creemos (porque somos cómodos). Igual, ya iba con más confianza a la kinesióloga luego de una recomendación de mi amigo Luis que la conocía y hablaba muy bien de su trabajo.

Me consta que hay cierta desconfianza entre el médico y el kinesiólogo, como también hay desconfianza de los kinesiólogos y los quiroprácticos, como la hay entre los quiroprácticos y los acupunturistas, como la hay entre los acupunturistas y los masajistas shiatsu, como la hay entre los masajistas shiatsu y los astrólogos.

Policía malo, policía bueno.

Cuestión es que el traumatólogo — un hombre fornido de un pasado de rugbier — me había advertido no arrancar demasiado pronto con la kinesiología porque “estos muchachos suelen ser un poco demasiado entusiastas y te pueden romper de nuevo” mientras hacía gestos bruscos.

Por su lado la kinesióloga desacreditaba bastante los consejos y dichos del traumatólogo. Un ejemplo: el trauma había notado que mi gemelo derecho estaba bien firme y el izquierdo (cuyo tendón se rompió) estaba como un flan. Y eso a pesar que ya estaba haciendo deporte. “La bicicleta te fortalece los cuádriceps,” me dijo el doctor, “Tenes que empezar hacer ejercicios puntuales para fortalecer el tendón.” Me mostró que me tenía que parar a puntillas.

”¿Cuántas veces al día?”, le pregunté.

“Unos mil,” me dijo.

¡Mil! Me pareció un montón, porque desde no hacer nada, de un día para otro, hacer 300 a la mañana, 400 a la tarde y otras 300 por la noche parece una barbaridad. Esos ejercicios toman su tiempo y uno también tiene que trabajar, así que a menos si me consiguiera un laburo como repositor en el Mercado Día, no sabía cómo iba a conseguir hacer mil puntillas por día.

“¿Mil, te dijo?!”, reaccionó la kinesióloga. “Noo, está loco. Es muchísimo, es una exageración. Te lo podés romper de nuevo.”

“¿Entonces porque me dijo mil?”, le preguntaba. “Sabés porque te lo dijo? Porque los médicos le dicen mil a sus pacientes y estos hacen 200. O no hacen nada. Vos vas andar bien, hacés deporte. ¿Sabés cuánta gente no hace nada? Tómalo con tranquilidad.”

Más allá de las divergencias en opiniones, la kinesióloga y el médico, se convalidaban: la kinesióloga estaba maravillada por el video que le envié de la operación, de la técnica moderna utilizada. Y por su lado, el doctor, a pesar de su reticencia de arrancar temprano, insistió que era necesario rehabilitarme con ‘kine’. Empecé a entender que entre los dos hacían un buen equipo, estilo ‘policía malo’ y ‘policía bueno’ en los interrogatorios de película. Uno me apretaba y la otra me perdonaba.

Consejos tóxicos.

Otra vez no pude dejar de admirar la rapidez con la cual un cuerpo se regenera. Uno se siente bastante pequeño al lado de la genialidad de la naturaleza. Bueno la naturaleza que tiene un ayudín importante de los médicos y kinesiólogos, claro.

Tres meses después del accidente ya estaba caminando de nuevo. Solo rengueaba un mínimo y tenía el gemelo bajo bastante duro, como si estuviese lleno de ácido láctico — ambos el médico como la kinesióloga me aconsejaron de elongar mucho — así que una maravilla. Lo malo es que uno olvida rápido y ya asume de nuevo ‘la normalidad’ y mira para adelante, queriendo olvidar lo más rápido posible el garrón de la lesión.

Ya que pude retomar el remo fui a visitar a mi editora Paola en el arroyo Rompani y cuando me bajé del bote estilo Pami, arrastrándome por la rampa, se reía y empezamos hablar de los consejos gratuitos que te da la gente benevolente cuando te pasa una lesión.

“Estaba escrito en las estrellas”

‘Tenías que bajar un cambio, te va hacer bien!’ … ‘Es una señal’… ‘Por algo te pasó’… Una vecina-amiga (una señora mayor) por ejemplo está convencida que me rompí el tendón porque dos semanas antes le había comentado que mi hija tenía un novio y ella hizo la conexión y concluyó que yo estaba (subconscientemente) enfermo de celos. Claro, más que renegaba y trataba de contradecir su teoría, más me miraba con sonrisa maligna, como diciendo ‘estás celósoo, estas celósoo… !’

‘¡Por algo te pasó!, las pelotas!’ asintió Paola indignada.

Hace unos dos años una automovilista en una rotonda en San Isidro, la embistió a ella y a su moto, y se rompió los ligamentos de la rodilla. No sé si hubo operación, pero sí tuvo una larga rehabilitación y luego la falta de movilidad en la cuarentena y la humedad en el delta tampoco ayudó para que la rodilla volviera a funcionar como debía. Además, está en litigio con la conductora que no se hizo cargo y mandó a la aseguradora en su lugar a la reconciliación. “¡Por algo te pasó!” le decían algunos conocidos a Paola. “Era una señal para bajar un cambio!”

Esos consejos gratuitos parecen ser un efecto colateral de la pandemia. Si antes ya había una tendencia fuerte hacia el new-age y la autoayuda, la vida online y las horas en las redes sociales parece que lo han agudizado. “Tenés que reinventarte!” es otra sabiduría de calendario. ‘La naturaleza es sabia’, dicen. ‘Claro, ¡pero vos no!’, me dan ganas de contestar.

Coincido con Paola que no veo ninguna ventaja directa de estar lesionado, te hace sentir miserable y te inhibe trabajar. La única ventaja que le puedo encontrar en una lesión es que uno aprende algunos datos interesantes sobre alguna parte de tu cuerpo que nunca hubiese imaginado que la tenías.

Thetis en el Styx

Por culpa de Homero (el de Grecia) y las pinturas en los jarrones antiguas, me había quedado con la idea que el talón de Aquiles era un puntito nada más detrás del huesito del tobillo. Hay pinturas clásicas donde se ve a Thetis, la madre de Aquiles, agarrando a su bebé con dos dedos y sumergiéndolo en el rio Styx para hacerle invulnerable, algo que funcionó hasta que Paris le encontró el punto débil con una flecha. O sea, solo los dos puntos donde Thetis apretaba su pulgar y su índice al agarrar su hijo eran los puntos vulnerables.

Se nota que los antiguos no tenían mucha idea de la medicina — el gran médico de la antigüedad Galeno, aprendió el oficio parcheando gladiadores en los sótanos del Coliseo. Galeno pensaba entre otras cosas que un cráneo humano era igual a él de un mono — porque una flecha en el tobillo te puede doler, pero no matar y menos a un deportista como Aquiles.

Ahora con todo este periplo, aprendí que el tendón es parte del gemelo y si lo toca es tan fuerte y ancho como un cable. Como se pudo romper de un momento a otro, todavía me parece un misterio, pero ya entiendo que igual es un lugar que tiene que soportar mucho peso, todo el peso del cuerpo. Si uno pesa 80 kilos, soporta 40 kilos en cada pierna. Probá cargar una bolsa de cemento o arena de cuarenta kilos en el hombro y se dará cuenta que es un montón. Por suerte vivimos en el Siglo 21 y hay médicos y kinesiólogos que pueden venir al rescate.

Curado el tendón, he llegado a la conclusión de los diarios de Aquiles. Gracias por acompañarme en este viaje, en gran parte horizontal, luego en tres patas y finalmente de nuevo en dos. Eso me hace pensar en un acertijo de la Odisea, pero esto ya es para otro cuento.

P.D. lea la entrega anterior sobre Vito Dumas

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Tom Dieusaert

Reporter. Writer. South America. Twitter @argentomas. Recently published “Rond de Kaap: Isaac le Maire contra de VOC".